El ser humano habita el mundo de las experiencias: Las percepciones están presentes en su vida todos los días a toda hora, le son ineludibles y le anticipan características de agradabilidad o peligro que permiten interactuar con otras personas y con su entorno, modificando conductualmente su postura corporal, la forma de hablar y el lugar donde mira: es la manera en cómo nos disponemos a aprehender y crear.
Un elemento primordial en la experiencia con el mundo externo es el lenguaje: es el instrumento principal utilizado por las personas para comunicar sus pensamientos, sentimientos, emociones, deseos y necesidades. Los signos y sistemas simbólicos intervienen en nuestro diario vivir: por medio del lenguaje, los seres humanos usan signos para comunicarse con los demás. Los sistemas simbólicos permiten la generación de pensamiento y la construcción de un mundo subjetivo.
Ha existido cierta confusión epistemológica y preeminencia de la investigación clínica por sobre la investigación basada en la observación directa en el estudio del autismo por la diversidad existente respecto a los subtemas o aspectos teóricos involucrados, lo que ha generado que la noción acerca del trastorno sea controvertida y a menudo incluso opuesta en ciertos aspectos. De esta manera, no es la teoría/metateoría derivada de los datos, sino que la investigación clínica, quien ha contribuido principalmente a la determinación de la conceptualización y delimitación de los distintos aspectos del espectro autista.
Es posible distinguir al menos cuatro niveles de análisis o dimensiones de la conducta abordados en las distintas orientaciones teóricas: el social, el cognitivo-intelectual, el neurológico y la comunicación. Se considera que la investigación científica en esta área ha abordado con mayor interés el nivel que hace referencia a los déficits cognitivos/intelectuales, cuantitativos y cargados de implicancias prácticas o clínicas. La deuda a nivel de una satisfactoria comprensión de los factores que subyacen al estancamiento de la vida social y comunicativa de los autistas parece ser todavía considerable. De ahí que toma sentido abordar la discusión también desde un punto de vista semiótico lingüístico, o -al menos- pavimentar el impulse de la discusión desde la esfera de lo simbólico. Eso es justamente lo que pretendemos en este breve articulo.
La comprensión del autismo y la neurodiversidad ha avanzado significativamente en las últimas décadas, abriendo un nuevo campo de estudio que permite valorar la heterogeneidad de las experiencias cognitivas y comunicacionales. En este contexto, el lenguaje y los sistemas simbólicos presentan una ventana fundamental para estudiar la manera en que las personas con autismo interactúan y dan sentido a su entorno y, en definitiva, al mundo.
A diferencia de las personas neurotípicas -quienes procesan el lenguaje y los símbolos mediante una serie de inferencias contextuales y sociales- las personas con autismo presentan una relación única con estos elementos, caracterizada – en general- por una interpretación concreta y literal de las palabras y una percepción sensorial profunda.
Este artículo examina brevemente cómo las personas en el espectro autista experimentan y procesan el lenguaje y los sistemas simbólicos desde una perspectiva neuropsicológica, semiótica y social. Mediante el análisis de estudios recientes y teorías fundamentales, se busca destacar tanto las limitaciones como las particularidades de esta relación, explorando cómo estos factores impactan en la experiencia de la persona y en su capacidad de comunicarse dentro de un contexto predominantemente neurotípico.
Semiótica y sistemas simbólicos
La semiótica, definida como el estudio de los signos y símbolos en la comunicación humana, es crucial para entender el papel de los sistemas simbólicos en el autismo. Según Peirce -filósofo estadounidense, uno de los fundadores de la semiótica y teoría de los signos moderna-, un signo es cualquier cosa que representa algo para alguien bajo alguna forma interpretativa, ya sea a través de íconos (que se asemejan físicamente a lo que representan), índices (que están físicamente conectados con su referente) o símbolos (que dependen de convenciones sociales para su significado) (Peirce, 1931).
En el contexto del autismo, estas clasificaciones adquieren una nueva relevancia. Las personas autistas suelen tener dificultad en el procesamiento de símbolos convencionales, como palabras o gestos simbólicos que dependen de normas implícitas y suposiciones sociales. Saussure -otro semiólogo responsable del interés científico por el estudio del lenguaje y sus sistemas simbólicos- propuso que el significado es una función arbitraria establecida por el consenso social entre el “significante” y el “significado” (Saussure, 1916).
Es justamente esta arbitrariedad la que puede presentar un obstáculo en el autismo, ya que los individuos en el espectro suelen interpretar los signos de manera más concreta y estática, sin la flexibilidad que caracteriza -supuestamente- la interpretación neurotípica. Queda, por supuesto, abierta la posibilidad de descubrir una nueva plasticidad interpretativa, que provenga desde la propia experiencia neurodiversa.
2. Lenguaje y neurociencia
El lenguaje, desde el punto de vista neurocientífico, implica la activación de varias áreas cerebrales de manera simultánea, particularmente el área de Broca y el área de Wernicke, relacionadas con la producción y comprensión del lenguaje respectivamente. Estudios de neuroimagen funcional han demostrado que en individuos con autismo, existe una conectividad atípica entre las áreas prefrontales y las áreas posteriores del cerebro, lo cual afecta su capacidad para integrar información compleja y abstracta.
Esta atipicidad en la conectividad cerebral podría explicar por qué muchas personas con autismo presentan dificultades en aspectos pragmáticos del lenguaje, como la inferencia y el uso adecuado del contexto, elementos pertenecientes a sistemas tácitos propios de toda articulación lingüística.
Además, investigaciones sobre el procesamiento lingüístico en el autismo han encontrado que, debido a esta conectividad alterada, las personas autistas suelen mostrar una menor activación en las áreas que procesan el lenguaje abstracto y metafórico, lo cual podría incidir en una dificultad para interpretar dobles sentidos o metáforas (Just et al., 2012; Eigsti, 2011).
Esta limitación en la comprensión del lenguaje figurado y simbólico puede generar dificultades significativas en la vida cotidiana, donde el lenguaje coloquial está cargado de expresiones figuradas y referencias contextuales, puesto que constituye la forma basal en cuanto el lenguaje se vuelve sistema comunicacional. Por supuesto, una terapia especializada ayuda a incorporar gradualmente la comprensión de este proceso y su paulatina modificación en el tiempo.
3. Autismo y procesamiento simbólico
Así, el procesamiento simbólico en el autismo ha sido objeto de múltiples estudios, aún cuando queda mucho por decir. Un ejemplo es la teoría de la “hiperfuncionalidad sensorial”, propuesta por Robertson y Baron-Cohen (2017). Esta teoría sostiene que las personas con autismo pueden procesar estímulos sensoriales de manera más intensa y detallada. Esta característica tiene implicaciones directas en su capacidad para procesar sistemas simbólicos, ya que tienden a enfocar su atención en los detalles perceptuales del lenguaje y los objetos, en lugar de en su significado abstracto o relacional.
El procesamiento de “símbolos de segundo orden” —aquellos que requieren inferencia social o contexto para su comprensión— es particularmente desafiante para muchos individuos con autismo. La “teoría de la Mente“(Baron-Cohen, Leslie & Frith, 1985) hace referencia a la habilidad que tenemos las personas para inferir los estados mentales de uno mismo y de los demás. Esta habilidad que nos permite anticipar y comprender el comportamiento, tan importante para la adaptación social, estaría menos desarrollada en algunas personas con autismo. Esta dificultad afecta su capacidad para interpretar gestos, miradas y otros símbolos no verbales, así como para inferir intenciones o significados implícitos en la comunicación.
1. Lenguaje y autismo
Es sabido que las características lingüísticas del autismo tienden fuertemente a incluir una literalidad acentuada y una dificultad para comprender significados implícitos. Esta forma de procesamiento refleja una tendencia a interpretar las palabras en su sentido más directo, sin las capas de ambigüedad que suelen manejar los hablantes neurotípicos (Happé, 1993). En un estudio sobre la comprensión del lenguaje figurado, Happé encontró que las personas con autismo interpretaban las metáforas como afirmaciones literales, mostrando una activación diferencial en las áreas de procesamiento semántico del cerebro, en comparación con personas neurotípicas.
Además, se ha observado que las personas con autismo tienden a usar el lenguaje para comunicar necesidades concretas, en lugar de emplearlo para expresar pensamientos abstractos o emocionales. Esto no implica una falta de capacidad comunicativa, sino una diferencia en el uso y percepción del lenguaje y, por lo tanto, un repertorio inexplorado de estrategias de entendimiento de los elementos que se relacionan con su dimensión simbólica.
Los sistemas simbólicos, tales como los rituales, las normas y los patrones de interacción social, representan un desafío particular para personas con autismo debido a su dependencia de las convenciones implícitas y su articulación con lo tácito. En ese sentido, Mitchell y Ackroyd (2006) propusieron el modelo de “procesamiento social diferenciado”, que describe cómo las personas en el espectro autista tienden a experimentar el mundo con un enfoque en los detalles específicos, lo que limita su habilidad para interpretar y adaptarse a los símbolos sociales más amplios y, al mismo tiempo, potencia su capacidad para percibir elementos contradictorios, dislocados o intempestivos.
Además, Mottron et al. (2006) sugieren que las personas autistas tienen una “funcionalidad perceptiva aumentada”, lo cual implica que su atención tiende a dirigirse hacia los aspectos concretos de los objetos y signos, en lugar de su significado simbólico. Este enfoque puede hacer que el procesamiento simbólico se sienta extraño o desarticulado, y puede explicar por qué las personas autistas suelen preferir estructuras claras y predecibles en su comunicación.
3. Impacto social y cultural de la neurodivergencia en la comunicación
Las diferencias en el procesamiento simbólico en el autismo también afectan la integración social, ya que las normas implícitas de comunicación neurotípica pueden resultar incomprensibles para personas neurodivergentes.
Un estudio en 2020 encontró que los individuos con autismo experimentan frustración en situaciones sociales complejas, en las que se espera que interpreten símbolos culturales y normas de cortesía que no siempre son obvias. Este desafío plantea la necesidad de crear espacios de comunicación inclusivos que se adapten a las diversas formas de entender y utilizar los sistemas simbólicos.
Asimismo, el movimiento de la neurodiversidad ha promovido la idea de que los entornos sociales pueden beneficiarse al adoptar una perspectiva más amplia sobre el lenguaje y los sistemas simbólicos, fomentando una comunicación que valore y respete las diferencias cognitivas.
Es evidente que la relación entre el autismo, el lenguaje y los sistemas simbólicos es compleja y multifacética. Las personas con autismo ofrecen una perspectiva única sobre el lenguaje y los signos, basada en una relación concreta y directa con las palabras y los objetos, y una experiencia sensorial intensificada que implica una reinterpretación de lo que hasta el momento se ha dicho.
Esta relación plantea tanto desafíos como posibilidades para la integración y el entendimiento social, subrayando la importancia de una sociedad que comprenda y respete estas diferencias.
Para avanzar en esta dirección, se requiere más investigación sobre cómo adaptar los sistemas simbólicos y el lenguaje para que sean accesibles y comprensibles para personas neurodivergentes. Esta adaptabilidad no solo beneficiaría a las personas con autismo, sino que enriquecería la diversidad comunicativa en la sociedad en general.
Referencias Bibliográficas
- Baron-Cohen, S., Leslie, A. M., & Frith, U. (1985). “Does the autistic child have a ‘theory of mind’?” Cognition, 37-46.
- Frith, U. (2003). Autism: Explaining the enigma. Blackwell Publishing.
- Happé, F. G. (1993). “Communicative competence and theory of mind in autism: A test of relevance theory.” Cognition, 48(2), 101-119.
- E. Laurent, «Autismo y psicosis: continuación de un diálogo con Robert y Rosine Lefort» y «Un psicoanálisis orientado hacia lo real», El sentimiento delirante de la vida, Colección Diva, Buenos Aires (2011).
– «La cifra del autismo», Foro en Barcelona, 2010.
– «Los espectros autistas», Conferencia en el ICBA, inédito, diciembre 2011. - J.-C. Maleval, «La estructura autista», Conferencia en el Departamento de Autismo y Psicosis en la infancia, Buenos Aires, 2008.
– L’autiste et sa voix, Seuil, Paris, 2009. - S. Tendlarz, ¿De qué sufren los niños? La psicosis en la infancia; Lugar editorial, Buenos Aires, 1996.
-«Autismo generalizado», presentación en el CICBA, 2009. - Artículo: https://www.silviaelenatendlarz.com/ninos-autistas/
- Artículo: https://www.silviaelenatendlarz.com/el-tratamiento-del-nino-autista/
- Artículo: https://www.silviaelenatendlarz.com/preguntas-sobre-autismo-a-silvia-tendlarz/