Por Tomás V. Simon, periodista Neurocupa.
La familia es el primer espacio de socialización y contención emocional para el ser humano en sus etapas de neurodesarrollo. Es, a estas alturas, así de claro.
Sin embargo, cuando las dinámicas relacionales dentro de este núcleo se tornan disfuncionales, pueden generar profundos impactos en el desarrollo emocional y cognitivo de los niños.
Uno de los patrones más perjudiciales es la triangulación familiar, fenómeno en el cual un niño es involucrado directa o indirectamente en los conflictos de pareja o en la regulación emocional de uno de los padres. Este ensayo tiene por objetivo explorar este fenómeno desde un enfoque integrador que articula aportes del psicoanálisis, la terapia sistémica, la psicología evolutiva y la neurociencia, con el fin de ofrecer una comprensión profunda y útil para padres, cuidadores y profesionales interesados en la salud mental infantil.
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Fundamentos teóricos de la triangulación
El concepto de triangulación fue introducido por Murray Bowen, pionero en la terapia familiar sistémica. Según Bowen (1978), cuando la tensión entre dos miembros de una díada (usualmente los padres) se vuelve intolerable, se incorpora a un tercero —frecuentemente un hijo— para estabilizar la relación. Esto crea un triángulo relacional donde el niño es puesto en una posición de mediador, confidente o incluso aliado de uno de los padres, lo que distorsiona su desarrollo emocional.
A grandes rasgos, desde el psicoanálisis, Freud ya aludía a la importancia de la dinámica triádica en el complejo de Edipo, aunque no en un sentido disfuncional sino estructurante. Más adelante, Jacques Lacan reinterpretaría el complejo edípico señalando que el ingreso del tercero (el padre simbólico) era necesario para romper la fusión madre-hijo. No obstante, cuando este tercero no cumple su función simbólica de separación y en cambio se alía con uno de los polos, se instala una triangulación patológica.
La psicología del desarrollo también ha documentado los efectos negativos de la triangulación. Según Salvador Minuchin, otro referente en enfoque sistémico, los niños triangulados suelen asumir roles que no les corresponden (como el de “hijo parentalizado”), lo que impide la consolidación de su identidad y autonomía (Minuchin, 1974).
2. Mecanismos neuropsicológicos involucrados
La exposición crónica a conflictos familiares y triangulación activa en el cerebro infantil circuitos de estrés que involucran el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal (HPA). Esto produce un aumento sostenido en los niveles de cortisol, afectando estructuras clave como la amígdala, el hipocampo y la corteza prefrontal.
La amígdala, encargada de procesar el miedo y las amenazas, se hiperactiva ante la percepción de conflicto. El hipocampo, fundamental para la consolidación de la memoria y la regulación emocional, puede presentar una disminución en su volumen cuando hay exposición prolongada al estrés. Por su parte, la corteza prefrontal —clave en la autorregulación emocional y toma de decisiones— se ve afectada en su desarrollo funcional, lo cual compromete la capacidad del niño para manejar emociones complejas.
Por otro lado, desde las neurociencias afectivas, Jaak Panksepp subrayó que los sistemas de apego y separación están profundamente ligados a circuitos neuronales que, si se activan de forma anómala por relaciones disfuncionales, pueden contribuir a trastornos afectivos en la adultez.
Manifestaciones clínicas en niños y adolescentes
Los niños que han sido triangulados pueden presentar síntomas diversos que van desde la ansiedad generalizada, fobias escolares y trastornos psicosomáticos, hasta dificultades en la regulación emocional, trastornos del sueño o aislamiento social. En algunos casos, se observa una identificación proyectiva: el niño interioriza el conflicto parental y lo expresa a través de conductas desafiantes o autolesivas.
En adolescentes, estas dinámicas pueden dificultar la separación-individuación, generando una identidad confusa y una baja autoestima. También pueden aparecer mecanismos de defensa como la disociación emocional, la sumisión excesiva o el acting out (expresión de conflictos internos, impulsos o deseos a través de acciones en lugar de verbalizarlos o reflexionar sobre ellos).
La triangulación, además, impide que el niño establezca límites claros entre el sí mismo y los otros, dificultando el desarrollo de una subjetividad diferenciada. Como señala Donald Winnicott, un ambiente suficientemente bueno es aquel que permite al niño jugar y crear desde un espacio intermedio seguro. La triangulación destruye ese espacio, atrapando al niño en lealtades conflictivas.
4. El rol de los padres: disfunción y reparación
Involucrar a un hijo en un conflicto conyugal, ya sea pidiéndole apoyo emocional, utilizándolo como mensajero o posicionándolo como juez, es una forma de descarga emocional que le impone un peso imposible de sostener. El niño necesita sentirse seguro, no responsable de mediar o calmar a los adultos.
La reparación de esta dinámica requiere un proceso terapéutico que permita identificar las lealtades invisibles (Boszormenyi-Nagy, 1986), restaurar los límites generacionales y fortalecer la alianza parental sin usar al hijo como intermediario.
Desde la terapia familiar, se trabajan intervenciones que desactivan el triángulo: sesiones individuales con los padres, reconfiguración de roles, y en casos necesarios, intervención directa con el niño para validar su experiencia y liberar la carga emocional que ha sostenido.
Una crianza saludable se basa en una función parental que puede contener, nombrar emociones y modelar relaciones basadas en el respeto mutuo. Como sugiere Daniel Siegel, “la sintonía emocional entre padres e hijos es el principal organizador de la arquitectura cerebral” (Siegel, 2012). La triangulación rompe esa sintonía, y la terapia busca restaurarla.
La triangulación familiar es una dinámica que, aunque muchas veces pasa desapercibida, puede dejar huellas profundas en el desarrollo emocional y neurológico de los niños. Entenderla desde una mirada interdisciplinaria —que articule psicología, psicoanálisis y neurociencia— permite no solo comprender su origen, sino también generar estrategias efectivas para su abordaje.
Los padres, muchas veces sin intención de dañar, reproducen patrones inconscientes o buscan alivio emocional en sus hijos. Es fundamental crear espacios de reflexión terapéutica donde estas dinámicas puedan ser nombradas, elaboradas y transformadas.
El bienestar infantil comienza con adultos emocionalmente responsables. Y como todo proceso de transformación, empieza por mirar con valentía lo que duele, para poder ofrecer un nuevo relato donde el niño ya no sea el mediador, sino simplemente… un hijo.
Referencias:
- Bowen, M. (1978). Family Therapy in Clinical Practice. Jason Aronson.
- Minuchin, S. (1974). Families and Family Therapy. Harvard University Press.
- Panksepp, J. (1998). Affective Neuroscience: The Foundations of Human and Animal Emotions. Oxford University Press.
- Siegel, D. J. (2012). The Whole-Brain Child. Bantam Books.
- Winnicott, D. W. (1971). Playing and Reality. Routledge.
- Boszormenyi-Nagy, I., & Krasner, B. R. (1986). Between Give and Take: A Clinical Guide to Contextual Therapy. Brunner/Mazel.
“La Triangulación Familiar – Una Cena con los Márquez”
Era una de esas cenas familiares de los Márquez que empezaban con risas y terminaban con tensión acumulada en el aire. Sofía, de 14 años, alta capacidad intelectual confirmada, empujaba la comida en su plato mientras sus padres, Laura y Javier, discutían a través de ella.
—Javier (dirigiéndose a Sofía, pero mirando a Laura): “Tu madre nunca me avisa cuando cambian tus horarios de terapia. Luego yo parezco el desinteresado.”
—Laura (respondiendo a Sofía, no a Javier): “Dile a tu padre que si revisara el calendario familiar como le pedí, no pasaría esto.”
Sofía, el triángulo inconsciente de la ecuación, apretaba los cubiertos. No era la primera vez: sus padres evitaban hablarse directamente, usando sus logros, sus problemas o incluso su plato de comida como campo de batalla.
El Mecanismo en Acción
- Conflicto parental evadido: Javier y Laura llevaban meses sin discutir su divorcio pendiente, pero cada desacuerdo se filtraba a través de comentarios sobre Sofía (“¿Viste que tu hija ya no dibuja como antes?”).
- Sofía como moneda de cambio: Cuando Javier olvidó su recital de piano, Laura le dijo a ella: “Tu padre prefiere el trabajo antes que verte”. Sofía, en lugar de enojarse con él, desarrolló migrañas antes de cada presentación.
- Lealtades divididas: A escondidas, Javier le compró un violín nuevo (“Para que no sufras con el piano que ella te obliga a tocar”). Sofía lo escondió en el armario, culpable por “traicionar” a su madre.
El Desenlace
La terapia familiar lo llamó triangulación: un patrón donde el conflicto entre dos personas (aquí, los padres) se desvía hacia una tercera (el hijo), que termina cargando con la ansiedad no resuelta.
—Psicóloga (en sesión): “Sofía no es el puente para sus mensajes. Cada vez que la usan así, le enseñan que el amor viene con condiciones.”
Laura y Javier dejaron de usar a Sofía de intermediaria cuando la encontraron llorando frente a un cuestionario escolar que preguntaba “¿En qué piensas antes de dormir?”. Ella había escrito: “En cómo hacer que no se peleen”.
Moraleja
La triangulación no es solo “hablar a través de los hijos”. Es convertir su espacio emocional en un depósito de conflictos ajenos. Y las mentes brillantes, como la de Sofía, suelen ser las primeras en notarlo… y las últimas en quejarse.
Clave: La historia muestra cómo la triangulación:
- Enreda al niño en roles de mediador/terapeuta/chivo expiatorio.
- Genera culpa y hipervigilancia emocional (rasgo común en altas capacidades).
- Se rompe cuando el hijo deja de ser “el síntoma” y los adultos enfrentan sus duelos directamente.