Por Tomás V. Simon – Periodista, miembro del equipo Neurocupa.
En un mundo que premia la velocidad, la productividad y la estandarización de la conducta, las personas que se apartan de esa norma suelen quedar marginadas o mal comprendidas. Desde la infancia hasta la adultez, las exigencias del sistema social configuran una red de expectativas que muchas veces desconoce la diversidad funcional, sensorial, cognitiva y emocional de los sujetos y su singularidad en un contexto colectivo.
En este escenario, la Terapia Ocupacional (T.O.) se posiciona como una disciplina que no solo interviene en las dificultades individuales, sino que propone una forma de habitar el mundo reconociendo basalmente la dignidad, la inclusión y la autonomía en las distintas etapas del neurodesarrollo humano y cuyo acompañamiento terapéutico no se encuentra limitado por ningún factor: su saber terapéutico puede servirle a todos quienes reconozcan incomodidades estructurales en sus vidas o en el entorno de su comunidad.
La ocupación como derecho: vivir con sentido más allá de la productividad
Desde su base epistemológica, la terapia ocupacional reconoce que la participación activa en ocupaciones significativas (como el cuidado personal, el juego, el estudio, el trabajo, el ocio y los vínculos sociales) es esencial para el bienestar integral de cualquier persona, incluyendo la inmensa diversidad en cuanto a etapas del neurodesarrollo humano. Esta participación no es simplemente un medio para producir o rendir, sino una expresión del sentido de vida y de la identidad; del reconocimiento de la historia de vida en un individuo y del entorno cultural que se le ha dado, así como su vínculo con una historia ya dada.
La World Federation of Occupational Therapists sostiene que la ocupación es un derecho humano fundamental. Sin embargo, dicho derecho se ve restringido cuando las estructuras sociales imponen ritmos, formatos y exigencias que excluyen a quienes no se ajustan a los estándares normativos y que priorizan variables relacionadas con un meta-modo de producción específico. Así, la terapia ocupacional no solo desarrolla habilidades individuales, sino que trabaja activamente para remover barreras contextuales, físicas, culturales y simbólicas relacionadas históricamente con un modo relacional específico, en donde los individuos tienen escasa influencia en cuanto a modificaciones posibles en su relación estructural y sistemática ante modos relacionales fuertemente arraigados en la macroestructura social.
Neurodivergencia: repensar la diferencia desde la dignidad
El concepto de neurodivergencia invita a replantear los modelos tradicionales que han entendido el funcionamiento neurológico atípico como un déficit. Desde este paradigma, ser autista, tener TDAH, dislexia u otra condición neurológica no implica estar “mal”, sino simplemente experimentar el mundo de una manera distinta.
Nick Walker, afamado educador autista y una de las principales voces del paradigma neurodivergente, enfatiza que la neurodiversidad es una manifestación natural de la biodiversidad humana y que patologizarla ha sido una forma -como muchas otras- de control social que los tránsitos de poder han desplegado para categorizar, segmentar y direccionar las fuerzas productivas de los sujetos en su vida social colectiva.
Nuestro enfoque en cuanto a terapia de la ocupación es una antítesis a este respecto: en lugar de imponer adaptaciones forzadas para encajar, la terapia ocupacional busca construir entornos más hospitalarios para la diferencia, así como contribuir al entendimiento crítico de la coyuntura que se habita, sus matices, sus pactos; sus luces y sombras que tarde o temprano pesan en cada cuerpo, en cada neurodesarrollo.
Esto implica, además, respetar los modos de comunicación alternativos (como el uso de apoyos visuales, dispositivos tecnológicos o lenguaje no verbal); entender las necesidades sensoriales particulares (como la hipersensibilidad al ruido o al contacto físico) y reconocer los intereses específicos como recursos, no como conductas problemáticas o patológicas.
3. Evidencia científica: ¿funciona la terapia ocupacional en personas neurodivergentes?
La literatura científica ha demostrado ampliamente los beneficios de la terapia ocupacional en personas neurodivergentes en distintas etapas de la vida:
- En la infancia, las intervenciones centradas en la integración sensorial, el juego funcional, el desarrollo de habilidades de la vida diaria y la regulación emocional, han demostrado mejoras sostenidas en la participación social, el vínculo con pares y la autonomía (Dawson & MacEwen, 2020).
- En la adolescencia, se ha observado que los abordajes que fortalecen funciones ejecutivas, organización, identidad y autoestima generan un impacto positivo en la transición hacia la vida adulta, la inclusión escolar y la construcción de una autoimagen positiva (Kerns et al., 2017).
- En la adultez, los programas terapéuticos que abordan el estrés, la planificación, la participación laboral y el sentido de comunidad promueven calidad de vida, salud mental y autodefensa (Lai et al., 2019).
La evidencia es clara: cuando se trabaja desde una perspectiva personalizada, afirmativa de la neurodiversidad y centrada en la participación significativa, la terapia ocupacional tiene un impacto transformador.
4. Crítica al sistema: ¿adaptar al individuo o transformar las estructuras?
Aquí se abre un dilema ético y político fundamental: ¿el rol de la terapia ocupacional es ayudar a que las personas “encajen” en un sistema rígido, o contribuir a la transformación de ese sistema para que sea más justo y humano?
La crítica desde la T.O. contemporánea señala que muchas veces se cae en la trampa de la adaptación forzada: se espera que el niño con autismo logre comportarse como un niño neurotípico; que el joven con TDAH aprenda a permanecer horas sentado y en silencio; que el adulto neurodivergente soporte jornadas laborales estresantes sin acompañamiento ni flexibilidad.
Este enfoque refuerza la exclusión y el sufrimiento. Por ello, cada vez más terapeutas se posicionan desde una mirada crítica, que entiende que el problema no es la persona sino la falta de accesibilidad, empatía y diversidad en los contextos. Como plantea Galheigo (2011), la T.O. debe ser también un acto político, que cuestione las normas impuestas y construya nuevas formas de convivencia.
Una práctica terapéutica situada: construir redes, sentidos y resistencias
La terapia ocupacional no se limita a trabajar en el consultorio, por supuesto. Es una práctica que se enriquece cuando se hace en red con familias, comunidades, instituciones educativas, espacios laborales y sistemas de salud. Acompañar un proceso terapéutico es también acompañar una historia, una lucha, una subjetividad única, una voluntad y un deseo de transformación y resignificación.
El enfoque centrado en la persona, tan mencionado en el discurso clínico, debe estar atravesado por una escucha real y profunda de lo que cada sujeto necesita para sentirse parte, para habitar el mundo sin violencia simbólica, para vivir con sentido. No se trata solo de lograr metas funcionales, sino de recuperar la sensibilidad, lo amoroso y lo digno como eje central del trabajo.
El rol del terapeuta ocupacional, en este sentido, es ser facilitador, puente, traductor y también aliado político de quienes luchan día a día por ocupar un lugar en un mundo que muchas veces no está hecho para ellos.
¿inclusión real o normatividad camuflada?
En un momento histórico en el que se habla mucho de inclusión, es necesario preguntarnos qué tipo de inclusión estamos promoviendo. ¿Queremos que las personas se “adapten” para parecer normales? ¿O estamos dispuestos a transformar nuestras prácticas, instituciones y valores para acoger de verdad la diversidad humana?
La terapia ocupacional tiene el potencial de ser un agente de transformación social, pero solo si se compromete con una mirada crítica, respetuosa, colaborativa y profundamente humana.
Invitamos al debate abierto: ¿Estamos construyendo entornos que celebren la diferencia, o seguimos perpetuando sistemas de exclusión disfrazados de ayuda?
Referencias
- Dawson, G., & MacEwen, R. (2020). Effectiveness of Occupational Therapy Interventions in Children with Autism Spectrum Disorder: A Meta-Analysis. American Journal of Occupational Therapy.
- Galheigo, S. M. (2011). What needs to be done? Occupational therapy responsibilities and challenges regarding human rights. Australian Occupational Therapy Journal.
- Kerns, C. M., Winder-Patel, B., Iosif, A.-M., Nordahl, C. W., Heath, B., & Solomon, M. (2017). Adolescence and the Transition to Adulthood in Autism Spectrum Disorder. Pediatrics.
- Lai, M.-C., Lombardo, M. V., & Baron-Cohen, S. (2019). Neurodiversity, mental health, and autism. The Lancet Psychiatry.
- Walker, N. (2021). Neuroqueer Heresies: Notes on the Neurodiversity Paradigm, Autistic Empowerment, and Postnormal Possibilities. Autonomous Press.
- World Federation of Occupational Therapists (WFOT). (2016). Position Statement on Human Rights and Occupational Therapy.